México es el tema central de las elecciones en Estados Unidos. En
medio de crecientes problemas económicos, la presencia masiva de
inmigrantes de origen mexicano –legales e ilegales– en territorio
estadunidense alarma al gobierno de Washington y a la población nativa.
Se planean despidos y deportaciones en masa.
La tensión crece entre las dos comunidades y en ambos lados de la
frontera. En México aumentan las voces para que el gobierno asuma una
posición más firme. El presidente mexicano se confronta y el conflicto
escala. Hay bloqueos, sabotajes y algunos actos de violencia. Ambos
países militarizan su frontera…
Este escenario no se desarrolla en 2017, sino a partir de 2080, según
las previsiones de George Friedman en su libro Los próximos 100 años.
Una perspectiva del siglo XXI. Con otra diferencia: que, de acuerdo con
el especialista en prospectiva y geopolítica, para esas fechas México
será una potencia económica regional que podría incluso desafiar la
integridad territorial de Estados Unidos y, con ello, no sólo su
hegemonía en el continente americano, sino a nivel mundial.
Nacido en 1949 en Hungría, en una familia judía que emigró a Estados
Unidos, Friedman cursó estudios de ciencia política en el City College
de Nueva York y en la Universidad de Cornell, donde se especializó en
gobierno y estrategias internacionales. Sobre esta base fundó en 1996
Stratfor, una consultora dedicada a los temas de inteligencia, que dejó
en 2015. Actualmente dirige un sitio web llamado Geopolitical futures,
donde expone sus teorías.
Colaborador del New York Times, Friedman se convirtió en un
bestseller con otros títulos que hablan de lo que viene, como The future
of war o The coming war with Japan. Sin embargo, llama la atención la
similitud del escenario que rodea el advenimiento de Donald Trump a la
Casa Blanca con el cuadro de tensión entre México y Estados Unidos que
describe en su prospectiva del siglo XXI, si bien los tiempos y la
correlación de fuerzas no son precisamente coincidentes.
De hecho Friedman se equivocó en sus pronósticos a corto plazo.
Invitado a la Convención Nacional Bancaria en marzo de 2015, consideró
que Hillary Clinton ganaría cómodamente la Presidencia de Estados
Unidos. Aunque, ante los temores de los banqueros mexicanos, matizó que
con Trump o sin Trump, y con o sin Tratado de Libre Comercio, la
relación económica entre México y Estados Unidos seguiría siendo
pujante.
En el libro en cuestión, publicado por Doubleday en 2009, Friedman
admite no tener “una bola de cristal”, sino seguir un método para
comprender el pasado y anticipar el futuro, que “constituye un proceso
racional y factible”.
Las predicciones
Friedman compara el escenario mundial con un tablero de ajedrez, en
el cual los líderes y las políticas públicas son piezas que se mueven en
función de las circunstancias reales. Respecto a la geopolítica,
sostiene, “se trata de amplias fuerzas impersonales que constriñen a los
seres humanos y a las naciones a actuar en ciertas formas”.
Entre ellas, el autor asigna un papel determinante a la geografía,
fuente –o no– de desarrollo, pero también de apegos y de lealtades. “Si
se entiende esto, se pueden trazar ciertas líneas a futuro”, asegura.
Sobre esta base, asienta que Estados Unidos sustituyó a Gran Bretaña
como potencia marítima, lo que lo convirtió en el pivote de la actividad
económica mundial. “Quien controle el Atlántico y el Pacífico,
controlará el comercio mundial; y quien controle el espacio, controlará
los océanos”, expone Friedman. Para él, Washington seguirá ejerciendo
ese control durante este siglo.
Eso no significa que Washington no sea desafiado. Al contrario. Los
próximos 100 años estarán marcados por choques con naciones o
coaliciones que buscarán restarle hegemonía. En este horizonte, observa
actualmente tres desafíos principales, encarnados en el mundo islámico,
Rusia y China. Pero por causas económicas y geopolíticas que sería largo
explicar, los desestima como verdaderos rivales de Estados Unidos y,
por el contrario, ve a mediano plazo el surgimiento de otros tres retos:
Japón, Turquía y Polonia.
Este reacomodo, combinado con avances técnicos, como la robótica; la
búsqueda de energéticos alternos a los hidrocarburos, particularmente en
el espacio; el decremento de la población mundial, que hará escasear la
fuerza de trabajo en los países industrializados, y el cambio en los
patrones de migración por causas ambientales y económicas, serán los
principales factores que, según Friedman, llevarán a mediados de siglo a
una guerra global encabezada por una sorprendente coalición
turco-japonesa.
Pero esa guerra, sostiene, sólo confirmará que no hay ninguna
potencia euroasiática que logre disputarle la hegemonía a Estados
Unidos, el cual se mantendrá como”el centro de gravedad del sistema
internacional” y gozará de “una etapa dorada”. Luego se iniciará otra
crisis y ahí se gestará el conflicto con México.
En el último capítulo de su libro titulado 2080. Estados Unidos,
México y la lucha por el epicentro global, Friedman sostiene que el
imperativo geopolítico para Estados Unidos es dominar América del Norte.
Y así como México perdió sus territorios fronterizos en 1848, después
de 200 años “estará en posición de desafiar la integridad territorial de
Estados Unidos y el balance completo del poder en Norteamérica”.
El desafío mexicano, dice, tendrá sus raíces en la crisis económica
de 2020, que se resolverá con nuevas leyes de migración aprobadas en
2030 para incentivar la inmigración y suplir la escasez de mano de obra.
Llegarán migrantes de todas partes, pero sobre todo mexicanos, quiene
se comportarán de manera diferente.
A diferencia de la mayoría de los inmigantes, quienes se han
asimilado o concentrado en ciertas zonas o barrios pero nunca han
dominado una región completa, dice, los mexicanos sí lo han logrado.
“Ellos no están separados de su patria por océanos o miles de millas…
lo que les permite mantener sus vínculos sociales y económicos”. Más
que una diáspora, subraya, “para una buena parte de la migración
mexicana se trata de un simple movimiento transfronterizo”.
Para ilustrarlo presenta un mapa de la frontera, donde se observa una
“obvia concentración de pobladores de origen mexicano” desde el
Pacífico hasta el Golfo de México; en muchos condados incluso llega
hasta más de dos tercios. La mayoría de estos condados se ubica además
en los territorios que antes pertenecían a México, lo que crea una
sensación creciente de una frontera arbitraria o ilegítima.
Así, aunque la frontera política con México permanece estática, la cultural mexicana avanza hacia el norte.
“En 2060 –escribió Friedman–, después de 30 años de estimular la
inmigración, las áreas con 50% de mexicanos lo serán en casi 100%; las
que tenían 25%, tendrán más de la mitad”.
Fronteras cambiantes
De forma paralela a esta inmigración masiva para apoyar la
producción, entre 2030 y 2060 el boom de la economía de guerra de
mediados de siglo incentivará el desarrollo acelerado de nuevas
tecnologías para suplir los recursos humanos. Y el campo que más crecerá
será el de la robótica. Ésta, a su vez, dará otro giro en la política
migratoria.
La crisis por la escasez de mano de obra habrá pasado y ahora Estados
Unidos lidiará con un “excedente de población”, estimulado por la
inmigración masiva y un incremento en la esperanza de vida. Con un
problema adicional: el fomento a la inmigración estará arraigado en la
política y la cultura estadunidenses. Los despidos masivos y el
desempleo estructural serán la norma y, si se suma un aumento en el
precio de los energéticos, la crisis de 2080 estára servida.
Entretanto, mientras Estados Unidos está ocupado con sus guerras
hegemónicas, Friedman cree que México puede seguir creciendo y pasar a
ser una de las 10 primeras economías del mundo. Esto lo basa en tres
factores: la exportación de petróleo; la cercanía con el mercado
estadunidense, el mayor del mundo, y las remesas en dólares enviadas por
los inmigrantes mexicanos.
Friedman hace notar también que México ha diversificado sus
exportaciones e invertido los flujos de capital foráneo en el desarrollo
tecnológico, la industria y los servicios. Significativamente, este
estratega internacional incluye los fondos provenientes del crimen
organizado, sobre todo el narcotráfico, que bien canalizados, según él,
acaban integrándose a la economía legal y promoviendo el crecimiento.
Así, aunque visualiza múltiples crisis internas, cree que hacia
finales de siglo México podrá emerger como una economía madura y
balanceada, con una población estable. “Será la principal potencia
económica de América Latina y constituirá un desafío para el dominio de
Estados Unidos en América del Norte”, afirma Friedman.
En términos geopolíticos, México nunca se planteó recuperar los
territorios perdidos frente a Estados Unidos, “porque era inútil”. Más
bien se dedicó a mantener su cohesión interna, porque las políticas de
su poderoso vecino siempre tuvieron un efecto desestabilizador. Pero en
el siglo XXI, la proximidad estadunidense se convertirá en una fuerza
estabilizadora y ayudará a incrementar el poder de México, sostiene el
autor.
Indiferente “como siempre” a los asuntos mexicanos, Washington no se
percatará de este proceso. Pero cuando se dé cuenta de que México se ha
convertido en una amenaza, “se alarmará en extremo”. No será una
confrontación planeada, “sino una que surgirá orgánicamente de la
realidad geopolítica de los dos países… pero a diferencia de otros
conflictos regionales, enfrentará al poder hegemónico mundial con un
vecino emergente… que empezará a comportarse de un modo sin
precedentes”.
Escenarios inéditos
La crisis se iniciará como un asunto interno de Estados Unidos. La
cultura anglosajona ya no será dominante y el país será una entidad
bicultural tipo Canadá, no sólo como fenómeno, sino como realidad
geográfica. La cultura antes mayoritaria querrá destruir a la
minoritaria, “y si ésta es la extensión de un país vecino, que piensa
que sus connacionales habitan un territorio que antes le fue robado, la
situación puede tornarse explosiva”.
Friedman acota que no todos los inmigrantes mexicanos que habiten en
la franja de 200 millas de la zona froteriza serán trabajadores pobres y
mal capacitados. También habrá un nutrido sector educado y con un buen
nivel de vida que tendrá influencia en la economía y la política.
Advierte, sin embargo, que éstos no necesariamente tendrán una
postura homogénea. Unos se verán básicamente como estadunidenses; otros
aceptarán esta filiación, pero reivindicarán un estatuto especial, un
tercer grupo, el más pequeño, albergará intenciones secesionistas.
Los sentimientos hostiles hacia los mexicanoamericanos y hacia México
crecerán, hasta crear una espiral que llevará al gobierno de Washington
a aplicar medidas draconianas, muy similares a las que ahora propone
Donald Trump:
“Mientras todo esto sucede, ciudadanos mexicanos que viven en Estados
Unidos con visas de trabajo otorgadas decenios atrás son forzados a
regresar a México, sin importar cuánto tiempo lleven en territorio
estadunidense. El gobierno incrementa los controles en la frontera, no
tanto para detener la inmigración, que prácticamente ha cesado, sino
para cortar los vínculos entre México y los ‘mexicanos étnicos’; este
control se presentará como una medidad de seguridad. Éstas y otras
acciones similiares irritarán a muchos mexicanos a ambos lados de la
frontera, pero sobre todo servirán de combustible para los más radicales
y amenazarán el vital comercio entre los dos países”, se lee en el
libro.
Temeroso de un flujo de millones de repatriados y presionado por su
propia opinión pública, el presidente de México también dispondrá el
desplazamiento de sus tropas a la frontera. Y es en este punto donde
Friedman lleva las tensiones entre ambos países al máximo, con
manifestaciones masivas de protesta, acciones de sabotaje y pequeños
actos terroristas aislados. La situación amenaza con salirse de control,
mientras el mundo observa expectante, sin tomar partido.
Al final, los mandatarios de ambos países se reúnen y distienden la
situación, covencidos de que en realidad ninguno quiere la guerra.
México porque no tiene la capacidad militar, y Estados Unidos porque no
puede pacificar su frontera sur con el ejército como si se tratara de
una nación extranjera. Y tampoco quiere invadir México…
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