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Publicado por CONSENSO DELICIAS
No, no es China ni el petróleo
A propósito de la crisis en China, habría que decir que, por ese solo hecho, no habrá una crisis mundial.
La
cuestión es relativamente sencilla. Si China va a reducir su ritmo de
crecimiento, es natural que caiga el valor de las acciones de sus
bolsas, pero eso no significa que la expansión china vaya a ser menor
que la ya calculada. Y en todos los análisis China queda como el país
que más va a crecer este año entre los más grandes.
Ahora bien, la reducción del precio del crudo se debe a que la
demanda sigue bajando, pero también a la subida y diversificación de la
oferta.
El cambio histórico del abaratamiento de ese hidrocarburo
se produjo en el momento en que creció la competencia con la
Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP). Aunque los
actuales siguen siendo precios de monopolio, ya no es lo mismo que
antes.
Tenemos una catástrofe en los países petroleros, pero al
resto del mundo le ha venido bien ese abaratamiento después de tantos
años de precios estratosféricos con ganancias extraordinarias que
aumentaron la liquidez mundial, causante parcial de otras crisis.
Es
claro que existe alguna relación entre el menor ritmo de expansión de
China y la baja del precio del crudo, pero aquél no es la causa
principal de éste, mucho menos la única, como algunos dicen creer. El
crudo no volverá a los niveles que antes tuvo.
Lo que no se podría
saber ahora es si China logrará recuperar el nivel de crecimiento de
las décadas pasadas. En realidad eso no es posible y tampoco
económicamente del todo conveniente. Llevar un ritmo de expansión de más
del 8% anual en forma indefinida quiere decir que cada 12 años se
duplica el valor de toda la producción, lo cual ha ocurrido en China.
Sin
embargo, si el mundo no llegó a crecer en conjunto ni la cuarta parte
de lo que logró China en varias décadas, es natural que los chinos no
puedan sostener un ritmo de crecimiento tan alto exclusivamente con su
mercado interno.
¿De qué tamaño tendría que ser el aumento en la
productividad del trabajo social del país para lograr tal proeza durante
más décadas sin parar, digamos un siglo? Eso nunca lo logró el
capitalismo europeo y estadunidense durante los siglos XIX y XX, pero
tampoco se logrará en China. Es probable que en el gigante asiático se
vaya a reducir algo más la tasa de incremento del producto en 2017 y los
años sucesivos.
En cuanto a México, tenemos una situación que
sería cómica si no fuera porque la tragedia ya nos ha castigado
demasiado. El crecimiento del 2% del PIB amenaza con repetirse durante
2016. Sin embargo, será uno de los países con mayor crecimiento en
América Latina, donde las cosas se han puesto demasiado mal a partir de
la depreciación de los granos y materias primas, mientras se reduce el
flujo de divisas y la producción doméstica basada en importaciones de
bienes intermedios y maquinaria.
Las monedas latinoamericanas se
han devaluado a un ritmo demasiado preocupante, ya que la ventaja
cambiaria no es automática, hace falta quien compre en el mercado
internacional.
Por ejemplo, el petróleo mexicano, venezolano,
ecuatoriano, con una reducción del 80% en su precio, no se supera con la
devaluación de la moneda propia (Ecuador no la tiene), si con la
cantidad disminuida de dólares hay que comprar la misma cantidad de
bienes en el exterior y servir la deuda externa: imposible sin tomar más
empréstitos impagables.
Si se compara con los precios en Estados
Unidos, el peso mexicano debería tener un cambio de unos 16.50 por cada
dólar en lugar de 18.75 al mayoreo (y va para más). Esto quiere decir
que tenemos una moneda muy castigada y que el diferencial cambiario real
ya no es precisamente una ventaja si vemos la economía en su conjunto,
aunque sí pueda serlo sólo para algunos.
La gigantesca deuda
privada externa se ha revaluado como espuma en términos de pesos, y eso
va a limitar la inversión de las empresas y a succionar un mayor
porcentaje de las ganancias para el servicio del débito, lo cual
impactará en el crecimiento de la economía, sin duda.
Está
completamente claro que el ritmo de la inversión privada (la foránea
incluso) depende de unas variables demasiado rígidas, en especial la
insostenible tasa de ganancia, que es lo que se quiere aumentar siempre.
La expansión del mercado internacional (Estados Unidos principalmente)
ya tiene acotamientos demasiado estrechos.
Durante los años de la
bonanza de las exportaciones (que no benefició más que a una parte
reducida del país) se descuidó el mercado interno y ahora las cosas se
aprecian más complicadas: ya tenemos serios daños estructurales. En
cambio, si se volteara la mirada al mercado doméstico, por fin se
pondría énfasis en la producción para el consumo doméstico: la economía
(empleo inclusive) podría crecer.
Al respecto, el mayor problema sería la inversión pública que ahora no avanza.
Mientras
el Estado –Federación y entidades– no incremente fuertemente sus
programas de obras no podrá haber ni la sombra de una expansión de la
economía.
Que no se culpe a China de las desgracias económicas. Ni
siquiera a la emancipación cuasi mundial que significa el derrumbe de
los precios del crudo. En México debe admitirse que nos ha ido mal por
hacerle caso (el gobierno) a esa ultraminoría de ultramillonarios del
mundo que casi todo lo succionan: son el 1%.

