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Publicado por CONSENSO DELICIAS
Mariguana medicinal: falso debate
Para desviar el debate sobre la legalización del cultivo y comercio
de la mariguana, el gobierno, el clero y otras personas, entre ellas el
rector de la UNAM, han declarado con énfasis que debe permitirse la
producción de medicamentos que contengan cannabis. Pues sí, tal como
están permitidos en muchas partes del mundo y tal como lo está también
con aquellos que contienen opio. Todo se vende con receta, como ocurre
con los antibióticos, por ejemplo.
Las medicinas tienen una
cadena propia de investigación, pruebas, autorización, producción,
distribución, prescripción médica, venta y consumo. Y esto nada tiene
que ver con el problema de la mariguana, es decir, con su prohibición.
Las regulaciones sanitarias funcionan dentro de su propia dinámica, con
reglas muy precisas y procedimientos bien establecidos. Además, los
fármacos elaborados con mariguana se encuentran admitidos, en general,
por las organizaciones internacionales de salud y otras, como la ONU,
que tiene que ver con casi todo.
Carece de sentido hacer un
debate sobre los usos medicinales de la mariguana, porque las objeciones
son eminentemente farmacológicas y clínicas, tal como ocurre con otros
medicamentos. Por tanto, debatir dentro de este tema es una desviación,
pero ¿por qué se conduce el gobierno de tal forma?
El asunto es
sencillo: Peña quiere culminar la discusión que se ha abierto con la
autorización formal del uso exclusivamente médico de la hierba prohibida
y, de esa forma, cerrar por lo pronto el verdadero debate. Por ello,
puede decirse que la mariguana como medicina no está a debate, sino su
producción y comercio.
Ha empezado a surgir también una lluvia de
datos que tienden a presentar la realidad a través de apreciaciones
pretendidamente científicas y, sobre todo, promover la creencia de que
todas las personas que consumen drogas, aunque sea de vez en cuando o
circunstancialmente, son adictas, punto de vista claramente
insostenible.
Lo que por otra parte no se ha demostrado es que la
mariguana produzca adicción, así que la droga más consumida después del
alcohol y el tabaco, es decir, la cannabis, no es precisamente la
adictiva, sino esas otras dos que están permitidas.
En cuanto al
problema del encarcelamiento de consumidores que el legislador quiso
evitar, pero no lo logró, podría decirse que es una consecuencia de la
prohibición, ya que fracasó en gran medida la regla que considera que
poseer cinco gramos de mariguana es la prueba de que está destinada al
consumo personal y no al comercio.
Al contrario, poseer más de
cinco gramos sería prueba de que la mota se quiere vender. Esta ley
resultó mala, porque todas las que se puedan hacer para atenuar algún
efecto de la prohibición estarán condenadas al fracaso, al menos en gran
parte. Las cárceles albergan muchos jóvenes consumidores procesados
como narcotraficantes.
Al respecto, varios miembros del gobierno
quieren subir el gramaje a 20, con lo que quizá miles saldrían
venturosamente de la cárcel, pero no se habría resuelto el problema de
fondo. Por lo pronto, no estaría mal que se fijaran los 20 gramos por
parte de quienes antes se opusieron a los cinco gramos exigiendo sólo
dos.
¿Qué sentido tiene enviar a la cárcel a consumidores de
drogas? Nadie lo ha podido explicar con argumentos, aunque todos fueran
falsos o medio falsos. En el fondo existe la convicción de que la droga
debe mantenerse en el campo de lo prohibido para que se note lo menos
posible, para que su consumo no sea aceptado como práctica normal en la
sociedad, para que se tenga que hacer, por tanto, en secreto. Lo que no
es secreto, en absoluto, es la consecuencia de la prohibición:
violencia.
El debate, para ser útil, tiene que ser libre. No se
debe admitir que todo ha de encerrarse en una pretendida controversia
dentro de la ciencia. El tema no es científico sino social,
especialmente político.
Peña ha pedido luces a hombres y mujeres de ciencia porque le conviene desviar el tema y declarar que como no hay acuerdo entre los “especialistas”, entonces no se puede cambiar la política prohibicionista.
Peña ha pedido luces a hombres y mujeres de ciencia porque le conviene desviar el tema y declarar que como no hay acuerdo entre los “especialistas”, entonces no se puede cambiar la política prohibicionista.
El consumo de drogas es milenario y no
se terminará con leyes que sólo provocan daños mayores a las sociedades
conducidas por la hipocresía y una moral enteramente reaccionaria. Si se
quiere disuadir el consumo de drogas, que se empleen medios razonables
de persuasión, pero prohibir, como los estadunidenses lo hicieron con el
alcohol con consecuencias desastrosas, es una forma de represión de la
libertad de las personas en aras de dar la apariencia de que la sociedad
está “limpia” porque “así debe ser”.

