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Publicado por CONSENSO DELICIAS

Don Lupe rastreó la muerte y halló centenares de cadáveres

El padre de familia de un joven desaparecido se ha enseñado a encontrar la muerte en los terrenos; es quien encontró la mayor fosa clandestina de México.


Veracruz.- Guadalupe era un albañil que llevaba una vida normal, de su trabajo a su casa, de su casa a su trabajo, tenía a su esposa y a sus cinco hijos, pero toda su vida cambió cuando desaparecieron a su hijo Antonio.
¿A qué huele la muerte? Técnicamente huele a lo que es, pero significa algo más, narra Guadalupe, uno de los buscadores de fosas más experto en México para Univisión.
Con sus habilidades, "Don Lupe" ha descubierto la fosa clandestina más grande de México en Colinas de Santa Fe, al noreste del puerto de Veracruz.
Guadalupe se dedica a rastrear cadáveres y fosas clandestinas, la muerte, porque quiere encontrar a su hijo desaparecido.
Su hijo Antonio Iván Contreras Mata de 28 años, se dedicaba a la electrónica, y lo desaparecieron en el 2012 cuando regresaba a su casa en Iguala, Guerrero, "a partir de la desaparición de mi hijo todo cambió”, narra su padre.
Luego de ser convocado por las más de cien madres que integran el Colectivo Solecito de Veracruz, una organización que busca a víctimas de desaparición, Guadalupe dio con las 125 fosas de Colinas de Santa Fe, donde se han hallado 253 cuerpos.
“Yo me harté y les dije: ¿de qué se trata? ¿Me van a dejar trabajar? Y hasta se me unió uno (experto) de la Policía Científica que también reclamó. Ya después nos dieron libertad para trabajar donde nosotros queríamos y en cuestión de horas encontramos la primera fosa, y de ahí fueron saliendo más y más fosas con cuerpos”, relata.
Dos años después de haber perdido a su hijo, y a dos meses del caso Ayotzinapa, llegó al municipio de Iguala,  Miguel Ángel Jiménez Blanco, integrante de la Unión de Pueblos y Organizaciones del Estado de Guerrero (UPOEG), él fue quien le enseñó todo lo que hay que saber de búsqueda de fosas.
“El señor Miguel Ángel Jiménez Blanco ya falleció, pero él me enseñó a buscar. Comencé dos años después de la desaparición de mi hijo. Mi primer hallazgo fue el 18 de noviembre (de 2014) en un paraje que le decíamos el maizal”.
Guadalupe asegura que el contacto con la naturaleza le ha ayudado a notar los cambios en los terrenos, las alteraciones del suelo y los peligros de la tierra, lo indispensable para detectar indicios de fosas clandestinas escondidas.
“Mis otros cuatro hijos me dicen que pare, que para qué me arriesgo buscando, pero 'ni madres', yo no voy a parar hasta encontrarlo (a su hijo Antonio). El día que lo encuentre yo me retiro, y que quede claro: yo no busco culpables, yo sólo quiero encontrar a mi hijo”, expresó.

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