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Publicado por CONSENSO DELICIAS
El francés se reivindica con un golazo que expresó la superioridad del conjunto azulgrana ante el equipo de Machín que nunca se sintió a gusto con el torneo
Hay torneos que apenas cuentan y en cambio se recuerdan por jugadas episódicas, acciones insólitas o goles singulares, como la Supercopa. A Cristiano Ronaldo, por ejemplo, le expulsaron el año pasado en el Camp Nou y Mourinho le puso el dedo en el ojo a Tito Vilanova en 2011. La última edición llevará el nombre de Ousmane Dembélé. El francés fue el protagonista por su presencia en la alineación, cuando se duda de su continuidad en el Barça, y por marcar el 2-1 que permitió a Messi levantar el trofeo como nuevo capitán y máximo galardonado azulgrana con 33 títulos, uno más que Iniesta. Ningún jugador puso más interés en la Supercopa de España que Dembélé.
El gol del extremo avaló la propuesta de Valverde, excelente en la conducción del partido, y penalizó la actitud del Sevilla, enfadado por el escenario, peleado por disputarse a un solo partido, molesto por la cuota de extracomunitarios, tan desquiciado que acabó por fallar un penalti en el último minuto cuando Ter Stegen detuvo el tiro de Ben Yedder.
El mal humor
No se recuerda a un equipo tan malhumorado con la Supercopa como el Sevilla de Machín, Caparrós y Castro. Nada le pareció bien y nunca estuvo a gusto, ni antes ni durante ni después del encuentro, a pesar del envoltorio de la competición, que se jugó en Tánger y estrenó el VAR.
El Barcelona actuó con más naturalidad que el Sevilla. Valverde afina el equipo con el paso de los entrenamientos, condicionado porque hay futbolistas nuevos y algunos todavía no están en forma, sobre todo los que regresaron del Mundial. Juega el técnico en cada partido con la alineación, mezcla y prueba y, sin embargo, ya se sabe que el Barça girará alrededor de Messi. El misterio no está en el 10, ni en Piqué, Rakitic o Busquets, sino en jugadores como Dembélé. El nudo se encuentra en el tercer delantero o el cuarto centrocampista, la duda permanente desde la espantada de Neymar, agravada por la caída en Roma.
Dembélé apareció por sorpresa en el extremo izquierdo mientras Messi abría el campo por la derecha en un 4-3-3. No fue una mala idea en un equipo bien aireado por Arthur. El brasileño toca bien la pelota y le da fluidez al juego, ayuda a tener la iniciativa y a dominar el partido, una propuesta muy propia del Barça. Arthur se ofrecía y gobernaba Messi. A la posesión azulgrana, sin embargo, le faltaba veneno, o si se quiere pegada, defecto que siempre se atribuye a los equipos demasiado académicos, porque no enganchaba Luis Suárez.
El Sevilla ni se inmutó ante el toqueteo del Barcelona. Machín abunda en la idea de Caparrós. A ambos les gustan los jugadores de pierna fuerte, agresivos sin el balón y tan rápidos como selectivos en las transiciones, como se advirtió en el gol de Sarabia. El delantero remató una jugada muy meritoria de Muriel después de un pelotazo de Mercado que no atinó a rechazar Jordi Alba. El VAR certificó el gol del Sevilla de la misma manera que después valió el empate del Barça en un libre directo de Messi. El balón fue al poste, dio en la espalda del meta y Piqué embocó el 1-1.
Muy pendiente de la espalda de Alba, el Sevilla se parapetó en una zaga de tres centrales y dejaba que jugara a su aire el Barça. Hoy es un equipo más rodado y hecho que el de azulgrana por las exigencias de la Europa League. La diferencia se notó especialmente en la segunda parte y con la rueda de cambios que provocó la entrada de Coutinho y Rakitic y el debut de André Silva. El Sevilla se arrimó y se notó la falta de ritmo en el Barça. Dembélé, mientras, se mantenía para bien y para mal en la cancha, acertado a veces, en otras desafortunado, fallón en un mano a mano con Vaclik.
El gol decisivo
La hinchada azulgrana presente en Tánger se puso entonces decididamente de parte del extremo francés y Dembélé respondió al apoyo de la afición y a la confianza del entrenador con un golazo: tomó el balón de Messi, lo controló, lo condujo y ante la pasividad de Banega y Escudero remató antes de entrar en el área con un disparo cruzado que se coló por el ángulo derecho de Vaclik. Valverde, muy flexible y acertado en los momentos en que necesitó ajustar el dibujo a la condición física del equipo, había activado a Messi después de unas cuantas llegadas del Sevilla.
Había preocupación por la fatiga en el Barça. Y entonces apareció Dembélé para desequilibrar desde la derecha como el mejor 7 y remontar al Sevilla. A Machín, demasiado especulador, preocupado por competir más que por ganar, influenciado seguramente por la abrumadora superioridad barcelonista en la final de Copa, no le quedó más remedio que arriesgar y sacó a un central (Mercado) para dar entrada a un delantero (Ben Yedder). El 4-4-2 le vino bien al Sevilla.
La ocasión llegó en un ridículo penalti de Ter Stegen sobre Aleix Vidal. El meta chocó con el exazulgrana cuando ya había pasado la pelota y el árbitro pitó la pena máxima que malogró Ben Yedder. El disparo, flojo y mal colocado, fue atajado sin problemas por el guardameta del Barcelona. La acción coronó a los azulgrana, que ya suman 13 títulos, y dejó con uno al Sevilla, que nunca se encontró a gusto con la Supercopa. El foco, sin embargo, difícilmente se centrará en los equipos sino en la figura de Dembélé, repescado cuando se especulaba con su futuro y su plaza estaba amenazada por Malcom —anoche descartado— en el agitado Camp Nou.
El gol del extremo avaló la propuesta de Valverde, excelente en la conducción del partido, y penalizó la actitud del Sevilla, enfadado por el escenario, peleado por disputarse a un solo partido, molesto por la cuota de extracomunitarios, tan desquiciado que acabó por fallar un penalti en el último minuto cuando Ter Stegen detuvo el tiro de Ben Yedder.
El mal humor
No se recuerda a un equipo tan malhumorado con la Supercopa como el Sevilla de Machín, Caparrós y Castro. Nada le pareció bien y nunca estuvo a gusto, ni antes ni durante ni después del encuentro, a pesar del envoltorio de la competición, que se jugó en Tánger y estrenó el VAR.
El Barcelona actuó con más naturalidad que el Sevilla. Valverde afina el equipo con el paso de los entrenamientos, condicionado porque hay futbolistas nuevos y algunos todavía no están en forma, sobre todo los que regresaron del Mundial. Juega el técnico en cada partido con la alineación, mezcla y prueba y, sin embargo, ya se sabe que el Barça girará alrededor de Messi. El misterio no está en el 10, ni en Piqué, Rakitic o Busquets, sino en jugadores como Dembélé. El nudo se encuentra en el tercer delantero o el cuarto centrocampista, la duda permanente desde la espantada de Neymar, agravada por la caída en Roma.
Dembélé apareció por sorpresa en el extremo izquierdo mientras Messi abría el campo por la derecha en un 4-3-3. No fue una mala idea en un equipo bien aireado por Arthur. El brasileño toca bien la pelota y le da fluidez al juego, ayuda a tener la iniciativa y a dominar el partido, una propuesta muy propia del Barça. Arthur se ofrecía y gobernaba Messi. A la posesión azulgrana, sin embargo, le faltaba veneno, o si se quiere pegada, defecto que siempre se atribuye a los equipos demasiado académicos, porque no enganchaba Luis Suárez.
El Sevilla ni se inmutó ante el toqueteo del Barcelona. Machín abunda en la idea de Caparrós. A ambos les gustan los jugadores de pierna fuerte, agresivos sin el balón y tan rápidos como selectivos en las transiciones, como se advirtió en el gol de Sarabia. El delantero remató una jugada muy meritoria de Muriel después de un pelotazo de Mercado que no atinó a rechazar Jordi Alba. El VAR certificó el gol del Sevilla de la misma manera que después valió el empate del Barça en un libre directo de Messi. El balón fue al poste, dio en la espalda del meta y Piqué embocó el 1-1.
Muy pendiente de la espalda de Alba, el Sevilla se parapetó en una zaga de tres centrales y dejaba que jugara a su aire el Barça. Hoy es un equipo más rodado y hecho que el de azulgrana por las exigencias de la Europa League. La diferencia se notó especialmente en la segunda parte y con la rueda de cambios que provocó la entrada de Coutinho y Rakitic y el debut de André Silva. El Sevilla se arrimó y se notó la falta de ritmo en el Barça. Dembélé, mientras, se mantenía para bien y para mal en la cancha, acertado a veces, en otras desafortunado, fallón en un mano a mano con Vaclik.
El gol decisivo
La hinchada azulgrana presente en Tánger se puso entonces decididamente de parte del extremo francés y Dembélé respondió al apoyo de la afición y a la confianza del entrenador con un golazo: tomó el balón de Messi, lo controló, lo condujo y ante la pasividad de Banega y Escudero remató antes de entrar en el área con un disparo cruzado que se coló por el ángulo derecho de Vaclik. Valverde, muy flexible y acertado en los momentos en que necesitó ajustar el dibujo a la condición física del equipo, había activado a Messi después de unas cuantas llegadas del Sevilla.
Había preocupación por la fatiga en el Barça. Y entonces apareció Dembélé para desequilibrar desde la derecha como el mejor 7 y remontar al Sevilla. A Machín, demasiado especulador, preocupado por competir más que por ganar, influenciado seguramente por la abrumadora superioridad barcelonista en la final de Copa, no le quedó más remedio que arriesgar y sacó a un central (Mercado) para dar entrada a un delantero (Ben Yedder). El 4-4-2 le vino bien al Sevilla.
La ocasión llegó en un ridículo penalti de Ter Stegen sobre Aleix Vidal. El meta chocó con el exazulgrana cuando ya había pasado la pelota y el árbitro pitó la pena máxima que malogró Ben Yedder. El disparo, flojo y mal colocado, fue atajado sin problemas por el guardameta del Barcelona. La acción coronó a los azulgrana, que ya suman 13 títulos, y dejó con uno al Sevilla, que nunca se encontró a gusto con la Supercopa. El foco, sin embargo, difícilmente se centrará en los equipos sino en la figura de Dembélé, repescado cuando se especulaba con su futuro y su plaza estaba amenazada por Malcom —anoche descartado— en el agitado Camp Nou.