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Publicado por CONSENSO DELICIAS
El alma del estadounidense
El triunfo de Donald Trump en las elecciones presidenciales de EU
pone en evidencia la distancia entre el mundo del Siglo XX y el del
siglo XXI. La victoria de un empresario, sin experiencia en gobierno y
enarbolando valores encontrados con el discurso liberal, globalizador y
respetuoso de las formas de los gobiernos estadounidenses, nos
transporta a un nuevo escenario.
Ansiedad y desconcierto. En el
despertar del siglo XXI el gobierno Clinton dejó a la nación con
superávit fiscal, superávit comercial y sin acciones de guerra. Ocho
años después, G.W. Bush dejó un déficit fiscal y comercial sin
precedente, la crisis financiera más severa desde 1929 y dos frentes de
guerra. El gobierno de Obama encontró un país polarizado políticamente y
empobrecido económicamente. Los republicanos se organizaron desde el
primer día para sabotear al gobierno demócrata. Todo ello acrecentó las
percepciones ciudadanas de que las cosas no iban bien.
El voto de
la ignorancia. El estadounidense que votó por Trump ha resentido esta
evolución en sus bolsillos. En este contexto, la cultura del miedo, tan
bien plantada por G.W. Bush como reacción al terrorismo internacional,
con Trump adquirió nuevos matices: los culpables de la situación del
estadounidense medio son los inmigrantes –en particular los mexicanos– y
los acuerdos de libre comercio, propios de la globalización, lo que ha
mermado la renta de los estadounidense y su modo de vida. Lo que no les
dijo fue que las vacas gordas, que ahora añoran, fueron gracias a la
inmigración, a la interacción económica con el mundo y al liderazgo del
que tantos años disfrutó Estados Unidos en el orden mundial.
Sociedad
bipolar. La pasada elección mostró la bipolaridad de la sociedad
estadounidense. Por una lado, quienes suscriben el discurso de Trump del
retraimiento internacional, liberalismo económico al interior –con
visión empresarial– y el cierre de fronteras frente al exterior. Por
otro lado, quienes están con H. Clinton a favor de utilizar las
fortalezas actuales para adaptarse mejor a un mundo globalizado,
cambiante y con nuevos retos, sin perder presencia y liderazgo. Los
seguidores de Trump son mayoritariamente del medio rural, viven en los
estados del centro y su interacción con el exterior es mínima. Los
seguidores de H. Clinton viven en las costas, son mayoritariamente
urbanos y tienen interacción con el mundo. Conciliar estas dos visiones
no será nada fácil. El alma estadounidense está dividida, por no decir
fracturada.
Fin del imperio. Lo que mejor define a un imperio es
su capacidad para generar renta en el exterior y transferirla al
bienestar de sus propios ciudadanos. Esto implica sagacidad política,
poderío militar para mantener el statu quo y modos eficientes de
interacción económica y social para generar la renta externa. La vuelta
al aislacionismo que promete Trump sugiere un retraimiento de EU del
papel de líder que jugó durante casi un siglo. El golpe de timón no es
menor.
Incertidumbre. Nadie sabe realmente cómo será el gobierno
de D. Trump. Sin experiencia gubernamental y sin un equipo de
profesionales de gobierno ¿Quiénes ocuparán los cargos y tomarán las
decisiones? ¿Qué sucederá con el andamiaje institucional? ¿Hasta dónde
sus promesas de campaña se traducirán en acciones de gobierno? ¿Cómo
afectará este cambio al resto del mundo?
Con Donald Trump como
presidente el siglo XXI promete ser más complicado para todos. México,
vecino y socio comercial, está también en el alma dividida de los
estadounidenses. Entre los que quieren y respetan a los mexicanos y
quienes les temen y discriminan. El reto no es menor.