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Publicado por CONSENSO DELICIAS
La democracia estadunidense, en crisis
La campaña electoral en Estados Unidos sigue sorprendiendo por el
grado en que expone la descomposición de la vida política en aquel país y
la amplitud de sus repercusiones en México. Durante la última semana,
el punto sobresaliente fue el escándalo provocado por un video donde el
candidato republicano pronuncia frases denigrantes para las mujeres.
El escándalo dio lugar a que importantes personalidades republicanas
retiren su apoyo a Donald Trump y concentren esfuerzos para sacar
adelante a los candidatos republicanos al Congreso. En respuesta, Trump
ha declarado sentirse “liberado” y afirma que puede ganar solo.
Coincido con el enojo por el video de Trump, pero no me sorprende. Me
indigna mucho más su propuesta para construir un muro en la frontera
con México, las palabras para referirse a los inmigrantes mexicanos, la
manera en que ha humillado a varias mujeres en debates públicos. El
video no es inesperado en el comportamiento de ese personaje. Lo
sorprendente es que más de 40% del electorado lo sigue y, muy
posiblemente, lo seguirá apoyando. Lo sorprendente es que una figura tan
siniestra esté dando el tono a la campaña electoral del país más
poderoso del mundo. Lo sorprendente es la fractura de uno de los dos
grandes pilares de la democracia estadunidense: el Partido Republicano.
La campaña electoral en Estados Unidos manda mensajes inquietantes
sobre el rumbo que puede seguir la política interna estadunidense. La
crisis de valores y de forma de funcionamiento de la democracia es
evidente. Pocos momentos han sido tan deplorables como el que tuvo lugar
en el segundo debate de los candidatos a la presidencia. Insultos,
reclamos, vulgaridades y sonrisas fuera de lugar convirtieron lo que
debió haber sido un debate sobre programas de gobierno en un
espectáculo televisivo de mal gusto, pleno de acusaciones reiterativas.
Es
posible que fuera inevitable dada la personalidad de Trump. También es
posible que el espectáculo haya sustituido a las ideas en todos los
sistemas políticos llamados democráticos. De ser así, la campaña
electoral estadunidense es una llamada de atención sobre lo disfuncional
y peligroso de seguir sobre esa vía. Lo que ocurre en Estados Unidos,
justamente por ser el país que ostenta el liderazgo de la democracia,
obliga a una profunda reflexión sobre dónde se encuentran ahora los ejes
principales de los procesos electorales, mismos que son factor
fundamental para dar legitimidad a la democracia.
La fractura que ha ocurrido en el Partido Republicano es un ejemplo
de la profundidad de la crisis. El bipartidismo había sido una pieza
central para el buen funcionamiento de la democracia en Estados Unidos.
La posición conservadora del Partido Republicano en varios temas, como
la defensa irrestricta de la propiedad privada, su fuerte oposición a
las acciones del gobierno en ámbitos considerados de interés privado, su
defensa de la familia tradicional o su oposición al aborto es conocida.
Todo ello formaba parte de la pluralidad de opiniones que tenían un
espacio para convivir civilizadamente. Sin embargo, a partir de la
crisis económica de 2008 y sus efectos devastadores sobre amplios
sectores de la sociedad estadunidense, la convivencia fue sustituida por
enfrentamientos ásperos.
Los cambios demográficos en Estados Unidos que auguran una posición
minoritaria para los grupos blancos, la pérdida de la movilidad social
en las clases medias y la profundización de la desigualdad propiciaron
la formación de grupos radicales al interior del Partido Republicano. El
Tea Party aglutinó a críticos exaltados opuestos a toda acción
gubernamental, a la presencia de inmigrantes, a la pluralidad étnica y,
en general, al rumbo que daban a la política interna y externa
estadunidense las élites políticas de Washington. Obama ha sido para
ellos el mayor enemigo.
Ese movimiento acabó por imponerse en el partido al momento que Trump
fue elegido como su candidato. Una personalidad insólita, ajena al
partido, se dispone, si logra ganar, gobernar de manera casi
independiente. ¿Cómo se comportarán sus partidarios en el futuro, gane o
pierda la elección? ¿Cuál será la ideología que dará cohesión al
Partido Republicano? ¿Qué puede esperarse de sus acciones para frenar y
hacer difícil o imposible la toma de decisiones por parte del Ejecutivo?
La democracia estadunidense enfrenta problemas que van mucho más allá
del 8 de noviembre. De una parte, hay incertidumbre sobre el
comportamiento de un Partido Republicano dividido y la sociedad
insatisfecha operando, quizá, fuera de los cauces partidarios; de la
otra, están presentes gravísimos problemas a resolver en el ámbito
internacional, cuyo ejemplo más evidente es la situación en Siria. Todo
ello exige un liderazgo que, desafortunadamente, no se siente, al menos
hasta ahora, en la figura de Hillary Clinton. Se trata de una gran
profesional de la política, pero de otras épocas. Su indudable
experiencia no necesariamente la capacita para navegar en momentos de
cambio.
Por lo que toca a México, pocas veces se había expuesto con tal
crudeza la vulnerabilidad del país ante lo que ocurra en Estados Unidos.
“Vecinos al borde de un ataque de nervios” es la acertada frase en la
portada de la revista Este País (10/2016). En efecto, la ansiedad se
resiente por múltiples motivos: la caída del tipo de cambio, la
inversión que se detiene, las exportaciones que se reducen, las remesas
que pueden desaparecer y, más aún, las importaciones de energéticos,
indispensables para mantener viva la planta productiva, que podrían
estar en peligro.
La crisis de la democracia estadunidense coincide con la profunda
crisis económica, política y de seguridad que enfrenta el gobierno de
Peña Nieto y el escepticismo de la sociedad sobre la posibilidad que
algo se resuelva en los dos años que restan de su sexenio. Las
declaraciones cotidianas del secretario de Hacienda asegurando que
México estará listo en 2017 para crear empleo, elevar salarios y lograr
altas tasas de crecimiento son patéticas. Otra es la realidad con que
iniciaremos tratos con un gobierno nuevo en los Estados Unidos, donde,
aunque por motivos distintos, se resienten también tiempos de crisis.